domingo, 3 de abril de 2011

¿Sabes porque?

Escrito por Elena (eferrandiz)


Mientras el agua caliente caía sobre mí mojando mi cuerpo, no podía dejar de pensar en lo que había visto minutos antes:

Desperté y eran las 8.30, no tenia sueño así que no merecía la pena esperar hasta las 9 dando vueltas en la cama. Baje de la litera y me acerque a la puerta intentando hacer el mínimo ruido para no despertar a Estela. Cuando estaba a punto de abrir la puerta oí un ruido en el pasillo, e instintivamente acerque mi oreja a la puerta. Sin duda el ruido se produjo al cerrar una puerta, la del camarote de los chicos. Sin pensarlo agarre con fuerza el pomo de la puerta y la abrí saliendo por ella. Al poco ya me encontraba frente al camarote de los chicos, sin saber porque, pero algo en mi interior me decía que tenía que entrar, y así lo hice. Cuando entre no fije mi atención en el cuerpo desnudo de Palomares que estaba vistiéndose sino en la mesilla de noche de Piti. Allí encima había un kiwi, al verlo una sensación extraña recorrió mi cuerpo.

-Vilma... ¿Qué haces aquí? ¿Te pasa algo? – dijo rápidamente Palomares mientras se tapaba con una toalla.

-N..o…no, estoy bien- contesté sin quitar la mirada de aquel kiwi.

- ¿Segura?

Palomares miro hacia donde lo hacía yo sin entender nada. Como pude imaginar una confusión inundo su rostro.

-Si, lo siento. Nos vemos en el desayuno.

Salí rápidamente del camarote antes de que Palomares preguntara y entre en el baño con la idea de ducharme antes de que todos despertaran.

Los gritos de la multitud me sacaron de mis pensamientos. Ya todos habían despertado y entraban rápidamente a las duchas para pillar agua caliente. Cerré el grifo, me envolví en la toalla y salí de la ducha.

Ya en el desayuno, Palomares me seguía mirando confuso y yo no podía dejar de mirar a Piti y acordarme de aquel kiwi en su mesilla. No sabía qué significado tenia para él, pero para mí simbolizada algo muy especial. Ni siquiera sabía si era para comérselo, y conociéndolo, nada me extrañaba. Quizás no recordaba lo de que nuestro hijo era un kiwi o quizás ya no recordaba que iba a ser el padre de mi hijo, o que le daba igual kiwi, melón o sandia, que iba a estar conmigo y con él… Las dudas me asaltaron. ¿Cómo podía ser tan insegura? Él me lo había dicho y confiaba en él. Pero y si me volvía a quedar sola, eso de daba miedo ahora que estaba embarazada.

El resto del día lo pase bien, incluso Julia se sorprendía de lo bien que evolucionaba mi embarazo teniendo en cuenta como fueron los primeros días a bordo. Pero hoy todo estaba bien, y eso hacía que me sintiera feliz, aun estando rodeada de gente podía sentirme sola, pero nunca lo estaría teniendo a mi lado a mi hijo.

Saliendo de la enfermería vi a Piti que pasaba por allí, seguramente iba detrás de alguna chica, algo que desde hacía unos día me molestaba, sin saber porque.

-GIRONÉS!! – grite intentando imitar a De la Cuadra, lo que parece que funcionó porque se dio la vuelta de un salto y un poco asustado. Al ver que era yo soltó un suspiro pero yo seguí con mi juego. –Debería castigarlo de por vida limpiando letrinas por robar comida, que le racionamiento es para todos, sin excepciones, leñe!- dije de manera divertida.

-Pero yo no he robado comida.

-¿Y cómo explica la fruta en su camarote?

-¿Fruta? Si se refiere al kiwi que hay sobre mi mesilla, déjeme explicarle oficial.- sonrió Piti.- Verá para mí un kiwi no es una fruta, para mi es mi hijo, cada vez que lo veo me lo imagino correteando por cubierta, jugando al lado de su madre, y eso que todavía falta bastante para que nazca. Y cada noche le doy las buenas noches a mi pequeño y me voy a la cama convenciéndome de que seré un buen padre. Es por eso que no considero que haya robado algo.

Al oír aquellas palabras no puede evitar que una lagrima saliera de mis ojos, y allí de pie frente al padre de mi hijo entendí lo que me pasaba, y termine por atrás los cabos sueltos, y no eran mis hormonas, era mi corazón el que actuaba. Estaba enamorada.

-Se que tú me ayudaras a ser el mejor padre que ese niño pueda tener, y los dos vamos hacer el mundo que se merece. Los dos porque quiero estar a tu lado en cada momento, siempre.- sonrió y se acercó a mí pegando su cuerpo al mío. – Sé que puedes pensar que soy un idiota, el tonto del chicle y es verdad pero en el fondo conocerte es lo mejor que me a pasado. Antes de esto estaba solo, mis padres no eran los mejores del mundo, no buscaron mi felicidad, me refugiaba detrás de esa fachada de Don Juan, y ni siquiera sé porque, en tierra mi vida era un caos, y aunque suene paradójico, en este barco he encontrado la firmeza. – Pegó su cuerpo aun más al mío.- No voy a cometer los mismos errores que mis padres, porque estarás conmigo. Quiero estar a tu lado, ¿sabes porque?

Con cada una de sus palabras me quedaba paralizada, sabía que era verdad lo que me decía, lo podía ver en sus ojos, sentir. Yo sabía que era más que el tonto del chicle, siempre lo supe. No podía articular palabra, asentí para que continuara y así lo hizo:

-Porque me encantan esas pequeñas cosas que te hacen especiales como ese moño matutino que tu solo sabes hacer o como le pegas pellizquitos a las galletas para que te duren más. Porque me gusta como dices kiwi o como acaricias tu barriga, me encanta que confiaras en mí y esperaras mi ayuda para tirar para adelante, porque me trataste como persona, me hiciste creer en algo. Porque eres el motivo por el cual sonrió cada mañana, porque quiero ser tu corcho, porque te quiero.

Esa última frase resonó en mi cabeza, sabía que me quería, agarre su cuello con fuerza acercándolo a mí, rozando sus labios con los míos hasta fundirnos en un beso, algo dulce al principio pero que terminó siendo apasionado. Y esta vez sí actuaban mis hormonas, pero me daba igual, él se había quitado la máscara ante mí, me había dejado ver su lado sensible, y ahora ninguno de los dos estaría solo.

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