martes, 31 de julio de 2012

Fic de Elena, sobre lo que cuenta la hija de Vilma 12 años después de nacer.

Hoy, el día de mi 12 cumpleaños, y me falta lo más importante en mi vida. Ya hace un año pero no me acostumbro. Le hubiera encantado, pisar una ultima vez más tierra. Hace unos meses que por fin encontramos tierra, aun no me acostumbro a ella. Todos parecemos borrachos, el capitán dice que será cosa de un tiempo que me acostumbre, en cuanto a los demás es compresible después de casi 13 años sin pisar un suelo firme. Yo, aun sigo sin entender porque prefieren tierra, mi padre me dijo que la tierra de la que ellos venían no tenia nada en comparación, que había casas, muchas casas, parques, coches, mucha gente… aquí aun no hemos visto nada de eso, yo lo que conozco es por los libros. En el barco me sentía segura, era mi hogar, mi verdadero hogar, mi padre piensa que es porque en ese barco es donde realmente hemos he felices, donde están nuestros mejores recuerdos, aunque también el peor de todos…

Vilma, así la llaman todos menos yo, mamá… me acuerdo tanto de ella… Tras haber pasado un año aun cierro los ojos y recuerdo las perfectas palabras de la doctora. Los medicamentos se habían acabado hacia unos meses, y no podía hacer nada, cabía esperar que en cualquier momento… Mi padre no me dice nada referente al tema, pues el también lo esta pasando mal y el único momento que lo he visto feliz desde la muerte de mamá fue el día que el capitán dijo que por fin la tierra esta frente a nosotros, pero dicha felicidad duró hasta el segundo en el que se dio cuenta de que Vilma no iba a pisarla. Pero no fue el único…

Ahora entiendo las palabras de mi madre cuando me decía que disfrutara del presente, porque no sabría si estaría en un futuro… ahora me arrepiento de muchas cosas, de muchas cosas que no le dije. Pero ella antes de morir si que me dijo algo, que hasta ahora, toda las historias que me contaba cuando me iba a la cama no solamente eran ciertas sino que estaban basadas en ella. Mi madre realmente había amado.

Erase una vez un castillo en el que vivía un princesa que cabellos dorados que era perseguida por un malvado. La princesa ante el temor de que la encontrara en el castillo huyó. Huyó en un barco en el que aparte de la tripulación del barco, viajaban grandes caballeros y hermosas damas de la ciudad. El viaje seria largo, tardarían meses en volver a casa pero a la princesa no le importó, sabia que allí estaría a salvo y encontraría una nueva familia. Su sorpresa fue que no viajaba sola, pues en un par de meses seria madre de un criatura que no tendría padre… Tenia miedo de que si en el barco se enteraban de su estado, en el siguiente puerto, la hicieran bajar. Pero no fue así, cuando el capitán de aquel barco se enteró de su situación se volcó con ella como si de su misma hija se tratara, pero no solo el capitán sino todo caballero y dama que ya consideraba grandes amigos. En pocas semanas todos, sin conocerse de nada, ya eran una familia.

De aquella forma me contó mi madre como era que había embarcado en el barco sin haber tenido nunca relación alguna con el mundo marino. Mi madre, se podía decir que era un mujer de armas tomar, que la vida la había echo una persona dura, tenia una coraza la cual era difícil atravesar. No quería tener ningún secreto conmigo, pues sabia que cuando me hiciera más mayor sabría que mi padre, no era mi padre biológico. Es por eso que ella me decía que ahora no entendía nada, pero llegado el momento yo misma ataría cabos. De hecho así es, a día de hoy me estoy dando cuenta de todo lo que ocurrió en este barco antes de que yo naciera. Y agradezco a mi madre que me lo contara, pues hoy se que no solo me quiere como una hija mi padre, sino que Piti también.

Hacia unos días que la bella princesa no dejaba de recibir unas pajaritas de papel. La princesa, después de los momentos tan duros que había sufrido en su vida y teniendo en cuenta su situación, nunca imaginó que a estas alturas contara con un pretendiente. Aquella princesa sospechaba de un apuesto hombre de cabello castaño, pues en las ultimas semanas habían tenido una estrecha relación. Aquel hombre le inspiraba confianza. Algo entre ellos se estaba formando. Ella nunca hasta ahora había confiado en alguien, y si lo había hecho solo había servido para hacerle más daño.  En los últimos días había notado ciertas miradas y la forma en la que el caballero se preocupaba por ella, le indicaban que le importaba, ella y el niño que estaba esperando, que cariñosamente llamaban kiwi.

Las cosas iban cambiando, hacia días que debían haber llegado a puerto y no lo habían hecho, era como si la naturaleza se hubiera tragado la tierra, por no nombrar las cosas extrañas que estaban ocurriendo. En cuanto a la princesa y el caballero, las cosas también estaban cambiando, la relación era mucho más estrecha que al principio, sobre todo desde que el caballero asumió la paternidad del niño. La bella princesa había pensado en un principio en él como el padre para su bebé, pues lo veía como una persona muy positiva y sabría sacar una familia adelante. Pero el caballero no fue el único que se ofreció a tal hecho.

Cada vez que recuerdo la historia, veo como se asemeja cada personaje más y más a la realidad. Nunca pensé que la gente a mi alrededor fuera tan profunda, pero sin darme cuenta, la primera en demostrármelo fue mi madre. Con esa historia que me contaba cada noche, hoy puedo ver como fueron sus días en el Estrella Polar.

Aquel día que embarcaron en el barco, también lo hizo un príncipe de cabellos dorados. Para sorpresa de todos, embarcó solo, pues resultó ser un príncipe que viajaba de un lado para otro, sin rumbo fijo, según decían los pequeños curiosos, aun no había encontrado mujer que lo acompañara en sus viajes. A la princesa, cuando una de las damas que se convirtió en su amiga, le contó lo que había escuchado de aquel hombre, quedó maravillada. Pues las cosas que contaban de él impresionaban a la par de que parecían algo exageradas.

Con el tiempo, aquel príncipe también se ganó la confianza de la princesa, hasta el punto de dejarle escondidas unas pajaritas de papel. La princesa no imaginó que aquellas palomitas fueran del príncipe, pues ella siempre había pensado que eran del caballero. Una vez descubierta la verdad sobre las pajaritas, se dio cuenta de los verdaderos sentimientos de ambos.

El caballero, por su parte, tenia otra forma de demostrarle lo que sentía, otros detalles. La princesa sin quererlo se había enamorado se esos detalles, pero aun más de aquel caballero. Aquel caballero, en repetidas ocasiones le había dicho que la amaba, siendo el futuro padre de su hijo y amándolo ella también, comenzaron juntos lo que seria una familia.
Como mil veces me dijo mi madre, las cosas nunca salen como una quiere. Vilma siempre me dijo que todo algún día acaba, hasta la mejor relación llega a su fin. Un día te enamoras y todo es perfecto, nada en tu alrededor podrá destrozar el momento que estás viviendo, todo a tu alrededor se para, la vida se para y solo estás tu y esa persona que te conquistó con bonitas palabras o simplemente con una sonrisa, una mirada. Pero también llega el día en que todo se desmorona, en el que todo en lo que creíste desaparece y queda en el recuerdo.

Todo se complicaba, pues la princesa no sabia si estaba haciendo bien. Aquella dama que le contaba miles de historias que escuchaba por cualquier rincón, le decía que tenia que pensar en el futuro, en el futuro de ella y de su hijo. El príncipe la quería, y podría darle un mejor futuro que aquel caballero, que según contaban las malas lenguas siempre se guiaba por el corazón pero nunca por la razón. Además de que mil veces le había repetido que una princesa debía sellar su corazón junto a un príncipe, pues ambos eran de alta cuna. A la princesa eso nunca le había importado, de hecho había aprendido a escuchar a su corazón. Llegado aquel momento sintió miedo y debía decidir.

Llega el día en el que la vida te está diciendo algo, quizás que la puerta que habías abierto era la equivocada o quizás que el camino es pedregoso y esto no es más que una piedra en el camino. Sea como sea, lo mejor es cerrar la puerta y saltar las piedras con cuidado de no tropezar. Sin embargo, es muy fácil decirlo, pero esa puerta, si la cerramos no lo hacemos de inmediato, y cuanto más tardemos en hacerlo más nos costará hacerlo, es proporcional.

Mi madre fue feliz, pero eso no significa que eligiera el camino adecuado, eso nunca lo sabremos. Pero siempre terminaba aquel cuento de la misma forma “Más no lo puedo querer”. Hoy se que no hablaba de mi padre…

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