domingo, 31 de julio de 2011

Hechizado

Escrito por Elena


6 de julio de 2011, ahí estaba él, por la noche, en cubierta, fumándose el ultimo cigarrillo que le quedaba, aquel que guardaba para una ocasión especial, aunque sin duda esta no la era. El aire era caliente, iba a ser otra noche en la que costaría conciliar el sueño, y no solo el aire de la típica noche de verano tendría la culpa.

Terminado el cigarrillo, Piti entró dentro y fue a su camarote. Despacio se quitó la ropa y se puso el pantalón del pijama ya que hacia demasiada calor como para ponerse la camiseta también. Apartó las sabanas y se alargó en la cama.
Al instante, abrió los ojos de nuevo y se dio la vuelta, no sabía cuánto tiempo había pasado, quizás minutos pero para él parecían horas. No podía conciliar el sueño, otra noche en vela, ya no recordaba cuantas llevaba así, no podía, simplemente no podía dejar de pensar en ella, tenía que reconocer que no estaba bien.

-Vilma…- Su voz débil y quebrada parecía ahora irreconocible para aquellos que la escucharon cuando era un adolescente alocado, de ese Piti ya no quedaba nada, ahora todo se puede resumir a un joven enamorado.

Nunca pensó que hablaría así, había abierto su corazón por primera vez y ahora solo esperaba una respuesta. Nunca había pasado por esto, hasta ahora la mayoría de chicas le habían rechazado, pero es verdad que nunca había estado enamorado de alguna de esas chicas, solo había querido pasar un rato divertido. Ahora todo era distinto, muy distinto, nunca antes había sentido lo que ahora sentía, estaba enamorado, no quería pasar un rato con Vilma sino que tenia la necesidad de estar junto a ella por días y días. No veía el fin, quería a Vilma en su vida, y no era solo un capricho. Y no solo ella, ya el bebe lo sentía como suyo, lo sentía como su hijo y estaba dispuesto a cuidar de él aunque hubiera perdido la apuesta con Palomares. En ese instante recordó nuevamente aquel día, el día en el que cometió la gran estupidez de jugarme la paternidad del niño a los dados, tanto él como Palomares habían actuado erróneamente como si el niño se tratase de un cromo. Ambos estaban arrepentidos, ambos querían a Vilma. Seguramente había reaccionado así por celos, pero eso no lo justifica, sabía que esto hacía dudar a Vilma, y ahora estaba pagando las consecuencias.

Pero ya no era solamente él, por otro lado estaba Palomares, al parecer él también sentía algo por Vilma, los dos amigos enamorados de la misma chica. Parece el argumento de una película. Si a todos ya les parece raro que Piti puede enamorarse más raro se ve en un cura, pero las experiencias de las últimas semanas les habían hecho ver que ya nada era imposible. Ambos tendrían que luchar por el amor de Vilma.

Y como todos los días el sol le sorprendía por la ventana.

-Vaya, ya es de día, otra noche sin dormir. -Suspiró.

Con cuidado se levantó para no darse en la estantería y se fue al baño antes de que se llenara, en estos últimos días lo que menos le apetecía era estar rodeado de gente. Pero esta vez no estaría solo.

Entró en el baño y vio como una chica rubia se duchaba, rápidamente al oír sus pasos se dio la vuelta y se tapó con la toalla.

-¿Te duchas siempre a estas horas? – Dijo al ver lo temprano que era.

- Si… Piti, ¿verdad? – Asintió. – No me puedo acostumbrar a las duchas mixtas, por eso me ducho antes. ¿Y tú?

- En los últimos días evito estar rodeado de gente.

-Pareces algo triste… Si quieres hablar con alguien, puedes contar conmigo. – Le sonrió.

-Gracias Dulce. – Dijo fingiendo una sonrisa.

Pronto empezó el barullo en el barco. Se dio una ducha y desayunó. La verdad es que con todo esto no tenía mucha hambre, pero se obligó a comer algo… No era momento como para enfermarse y seguir añadiendo ítems a la lista de cosas que le habían salido mal en estas últimas semanas. Necesitaba hablar con alguien que supiera escuchar y aconsejar. Realmente necesitaba hablar con alguien que no le juzgara, que no supiera nada de él. Sin saber que hacer salió a cubierta, necesitaba aire fresco. Después de unos minutos, observó a Dulce leyendo un libro, estaba inmersa en la lectura cuando de pronto se sorprendió delante de ella.

-¿Dulce? – Levantó los ojos del libro y lo miró con una sonrisa. – Esta mañana… emm… me has comentado…

- Claro, siéntate aquí y cuéntame. – Sonrió señalándome un sitio a su lado.

- ¿Cómo sabes que quiero hablar contigo? – Preguntó extrañado.

- Se te nota. Cuando te vi pensé que eras una persona viva, que puedes sacar una sonrisa por difícil que sea la situación, y no sé qué te ha pasado pero sé que no me equivoco, no eres como te estás mostrando ahora. – Tenía razón, por lo que no dudó en sentarse.

-Tienes razón. Mi vida no ha sido fácil. – Suspiró - Cuando era pequeño murió mi hermano, por esos años muchas cosas cambiaron en mi y en mi familia. Prefería estar solo o con mis amigos, pero no en mi casa... no con mi familia, me encerraba en mi cuarto para no ver a nadie. – Volvió a suspirar y observó como Dulce lo escuchaba con atención, como cuando esa misma historia se la había contado en su día a Vilma. – Durante mucho tiempo no me importó nada. Y luego, una vez que vi que no tenía más opción que seguir viviendo, decidí que no volvería a sufrir otra perdida.

-Así que decidiste cerrar tu corazón a todas las mujeres.

Piti apartó la vista y se frotó la cara con las manos.

-Era más fácil salir con muchas chicas.

-Y hacer creer a todo el mundo que te habías convertido en un donjuán.

-Supongo que sí. - Murmuró y giró la cabeza para mirarla a los ojos.-Hasta que la conocí a ella…

- Vilma.

- ¿Cómo… como lo sabes? – Preguntó extrañado y pudo notar que miraba a alguien detrás de él. Rápidamente se dio la vuelta y allí la vio. – Vilma… - Susurró antes de que ella saliera corriendo y él detrás dejando a Dulce sola. Llegó a la puerta del camarote de las chicas y después de tocar pronto obtuvo respuesta.

-¡Lárgate!

-Vilma… - Dijo entrando.

- ¿Es que no me has escuchado?

-No, todavía he escuchado lo que sientes por mí. – La miró clavando los ojos en su mirada. – ¿Por qué saliste corriendo? Pusiste cara de miedo, y la verdad yo también lo sentí.

-Piti, no quiero volver a vivir una pesadilla. – Dijo Vilma rompiendo su silencio. – Lo nuestro no puede ser.

-Háblame de tu pesadilla.

Vilma lo miro, no era algo que quisiera compartir con nadie, pero algo la empujaba hacerlo.

-Era mi mejor amigo- dijo, sin apenas darse cuenta de que había empezado a hablar –De alguna manera el era mas tímido conmigo que yo con él. ¿Por qué te cuento todo esto?

-Porque es importante que lo hagas- Dijo Piti. Vilma lo miró, si, quería decírselo porque lo quería y confiaba en el. – Así que te acostaste con él.

-Ni siquiera llegué a pensar en eso. Ya te he dicho que éramos amigos. No pensé en nada.- Dijo con voz temblorosa. – Pero tenía que haberlo hecho.

-¿No pensaste en las consecuencias?

-No se me ocurrió, también estaba borracha. - Replicó recordando cómo había sido todo. – Si pensé, pensé que él y yo éramos amigos y todo saldría bien… - Y se interrumpió incapaz de seguir.

-Tranquila. – Comentó para aliviarla.

- No hay nada más que decir. –Dijo con un hilo de voz. – Yo sabía que era tímido y amable y… y allí estaba, aquella noche, como si fuera un extraño… Las noches siguientes las pasé despierta preguntándome porque lo había hecho…

-¿Y has soportado todos esos pensamientos tu sola?

-¿Y a quien iba a contárselo? Durante los siguientes días me llamó varias veces, incluso también lo hizo minutos antes de que me subiera al barco. – Tragó saliva. – Quería saber de mí, pero en cambio yo no quería saber nada de él.

-¿Y subiste al barco huyendo de él aun sabiendo que estabas embarazada?

- Me enteré de mi estado aquí… - Suspiró. – Y ahora está muerto, todos están muertos… - Dijo dejando caer una lagrimas por su mejilla.

-Pero nosotros no, nosotros estamos vivos. – Dijo acercándose a ella. – Y vamos a crear un mundo nuevo mundo para este niño – Comentó topando la tripa de Vilma. – Ya sea en este barco o la tierra que encontremos, un mundo como tú quieras.

-Piti… - Se secó las lágrimas y salió corriendo.

Era la segunda vez que lo hacia ese día, pero esta vez la dejó marchar. Entendía lo duró que era todo para ella, pero la quería y no quería verla sufrir, no a ella.

Después de cenar, Piti bajó al camarote para ver a Vilma y llevarle una manzana, pues no había subido a cenar y estaba preocupada por ella. No la había visto desde que habían tenido aquella conversación por la mañana y había tratado de preguntarle a Estela pero estaba muy ocupada detrás del capitán.

-Piti, ¿Qué haces aquí?

-No has subido a cenar y te he traído esto. – Dijo entregándole la manzana.

-Gracias. – Y en un momento ya se había comido media manzana. – Voy a hacerte una pregunta y quiero que seas sincero.

-Claro. – Dijo aclarándose la garganta a la vez que se sentaba al lado de Vilma.

-¿Qué has visto en mi? Necesito saber porque me quieres.

-Eso es fácil. – Suspiró. – Eres diferentes a las demás mujeres. Eres guapa, interesante, tienes una personalidad que me encanta, por no hablar de tu sonrisa… Eres indomable y muy orgullosa que no se deja pisotear, eres sincera, una fusión entre lo arrogante y lo tierno. ¿Quién no podría quererte? – Sonrió, Vilma a su vez parpadeó sorprendida y se sonrojó.

-Nadie me había dicho algo así nunca.

-¿Todavía no te has dado cuenta de lo mucho que te quiero? Ya has sufrido bastante, y yo también…

-Piti. – Dijo interrumpiéndolo. – Si que me he dado cuenta, pero tengo miedo.

-¿Miedo? – Preguntó. - ¿Estas enamorada?

-Si… creo que sí, y creo que es eso lo que me asusta.

-No tengas miedo. – Se acercó y le dio un pequeño beso en la mejilla. – Me tienes hechizado.

-¿Y cuanto va a durar ese hechizo? – Preguntó con un mirada picara, venciendo todos sus miedos, olvidando todo lo que había sufrido. Ahora iba a pensar en ella, en ella y Piti.

-Nunca.

miércoles, 20 de julio de 2011

¿Celos?

Escrito por Elena



Estaba refrescando por aquellos días y había ido a mi camarote a por una chaqueta. Abrí la puerta con cuidado, y cuando iba a salir algo hizo detenerme. Al final del pasillo pude ver la silueta de dos personas que escuché hablar animadamente, lo que despertó mi curiosidad. Pronto, las voces se me hicieron familiares, lo que hizo despertar más mi curiosidad.

Esperé detrás de la puerta para no ser descubierta y pude observar con el alma en un vilo como Dulce empezaba a acercarse disimuladamente hacía Piti fingiendo que tropezaba para sujetarse a su chaqueta y pegar su cuerpo al de él. Pero Piti no parecía percatarse de sus intenciones y solo se dedicaba a sujetarla para evitar que se cayera, sus brazos y sus manos estaban tocando a otra, no realmente en el sentido morboso de la palabra, pero la estaba tocando.

Reprimí soltar un suspiro y me tragué las ganas de querer gritar que se separaran en ese mismo instante. No debía de detener esa escena, primero porque me verían celosa, segundo porque aunque me doliera respetaba sus sentimientos y aceptaría que estuviera con otra mujer, siempre y cuando fuera feliz.

Me mordí el labio nerviosa, sentí un enorme nudo en la garganta que me impedía respirar con normalidad. Miré como Dulce movía sus labios hablando pero no lograba escucharla, ambos parecían tener una conversación amena y de vez en cuando sus labios dibujaban una sonrisa.

Detuve la respiración cuando Dulce en una patética actuación simuló temblar de frio y Piti la abrazó para darle calor. Apreté los dientes pero solo conseguí que chocaran una y otra vez entre ellos, castañeando sin cesar.

—Es mío, zorra. —hablé entre dientes. Piti debía de estar abrazándome a mí y no a ella. No era justo. ¿Qué tenía ella que yo no? Descaro.

En un segundo, Dulce cogió a Piti por la nuca y lo acercó a su rostro con brusquedad y desesperación. Mis ojos se cerraron automáticamente como modo de supervivencia pero me obligué a abrirlos al mismo instante que los cerré.

Contemplé como Piti se besaba apasionadamente con Dulce, al punto de que casi sus lenguas formaban un nudo y sus cuerpos parecían uno solo…

No, espera... Eso no estaba pasando, agité mi cabeza para dejar de imaginar cosas que no eran reales. Abrí mis ojos aun más. La escena que antes se veía como un perfecto lugar para una pareja romántica, ahora era destrozada por los rechazos de Piti.

Dulce se veía frustrada y enfadada al no poder besar sus labios, ya que estos decían un rotundo no. Sonreí victoriosa y no pude contener un grito de alegría. Al hacerlo ambos se giraron, tuve que esconderme detrás de la puerta para que no me vieran.

—Genial…—susurré con una estúpida sonrisa. Si Piti había rechazado a Dulce, eso significaba que todavía tenía cierta ventaja, y sus palabras podían ser ciertas, que estaba enamorado de mí. Suspiré relajada y cuando quise volver a espiarlo, ambos ya iban caminando hacia el comedor.

Con emoción cerré la puerta y empecé a saltar como una adolescente a la que un chico le hubiera dicho que le gustaba, Piti me había dicho que me quería, y yo había presenciado como rechazaba a una mujer… simple pero gratificante.

Después de tanto ajetreo, abrí la puerta y subí al comedor donde todos se encontraban.

—Hola, chicos—saludé.

—Hola—saludaron algo aburridos. Estela repasaba aquella revista que habíamos releído mil veces. Palomares, parecía más perdido que en el desierto del Sahara. Dulce solamente se encontraba sentada en una silla con la mirada perdida.

Suspiré y se senté en otra silla con intensiones de charlar y estar mirando tranquilamente a Piti desde lejos. Enseguida mi mirada se topó en la de Piti y este se levantó de su asiento y se sentó al lado de Dulce y sus labios se movieron para pronunciar un "Lo siento".

Mis músculos se tensaron, podía sentir las pulsaciones de mi corazón retumbando en mis oídos y la aceleración de mi respiración. Me tenía que contener para no gritarle que era un tonto y un desequilibrado, Dulce era fácil y ahora estaba él lamentándose, ella lo tomaría como un "Vamos a intentarlo, bésame".

Solté un suspiro sin dejar de mirarlo, ahí estaban los dos. Ella con una tímida sonrisa y él acariciando su pelo con delicadeza, estaba a punto de correr a mi camarote con la intención de sacármelo de la cabeza, pero cuando se giró hacía mi, una sonrisa desafiante de formó sobre su cara. Lo miré algo desorientada sin saber a qué se debía esa expresión, ahora sí que no entendía nada, hasta que lo comprendí. ¿Pretendía darme celos? Sí, era eso. Si eso quería le respondería de la misma forma.

Me senté al lado de Palomares, le sonreí y él lo hizo también. Su rostro era inocente y él me inspiraba deseos de despeinar su pelo con dulzura, escuchar sus problemas y saber sus secretos, sin embargo, no me incitaba querer besar sus labios.

Cuando vi a Piti levantar la cabeza, inmediatamente me puse a acariciar el pelo de Palomares, escuché su bufido y reí por lo bajo. Me sentía mal por Palomares pero me encantaba que Piti sintiera celos. Yo sentía celos porque lo quería solo para mí y para nadie más. ¿Eso era malo? ¿O bueno? No sabía cómo interpretarlos, era bonito sentir como una persona desea que tengas solo ojos para ella, pero al mismo tiempo venían las consecuencias, posesión, obsesión, inquietud, miedo, desconfianza…

Yo seguía inconscientemente masajeando la cabeza de Palomares que estaba a punto de quedarse dormido pero todos espabilamos cuando escuchamos la voz del primer oficial.

— ¡Chicos! ¡Vamos, es hora de acostarse! —todos saltaron de sus asientos, incluyéndome y miramos a De la Cuadra.

Ya era tarde y era hora de dormir, todos nos dirigíamos a nuestros camarotes cuando noté como alguien me cogía del brazo hacía la cocina.

— ¡¿Qué te pasa?! - le grité.

—Si querías ponerme celoso, bien, lo has conseguido. —Suspiró – No puedo verte cerca de otro hombre, no lo soporto.

— ¿Y crees que para mí es fácil verte con otra mujer?—contraataqué – Solo de pensar que una mujer intenta besarte… me irrita.

¿Qué? ¿Qué acababa de decir? “¿Y crees que para mí es fácil verte con otra mujer?” Eso era posesión… “Solo de pensar que una mujer intenta besarte… me irrita.” Eso era… ¿Amor? Claro, ¿si no a que venían los celos al verlo junto a Dulce? No me llevó mucho tiempo darme cuenta de los verdaderos sentimientos hacia Piti, estaba enamorada, y era algo que por primera vez me encantaba, era una sensación extraña, como un cosquilleo en el estómago…

— ¿Qué tratas de decirme? —me miró con insistencia interrumpiendo mis pensamientos.

— Lo que trato de decirte es que…— tragué saliva- Jamás pensé que podría llegar a enamorarme de ti, antes la simple idea de imaginarlo me trastornaba. Pero después de tanto tiempo…- De pronto puso un dedo sobre mis labios haciéndome callar.

—No digas nada más— Escuchaba su respiración agitaba y muy cerca. Me estremecí cuando sentí ahora toda su mano dentro de mi camiseta tocando mi cintura.

Mi mente se encontraba apagada y por más que quisiera pensar si estaba mal o bien lo que estaba haciendo, nunca llegaba la respuesta. Tal vez eran mis propios deseos los cuales me nublaban la mente o tal vez ya me había cansado de pelear y de reprimir estas ganas de besarlo, tocarlo y tenerlo solo para mí…

Poco a poco nos fuimos acercando, acarició mi mejilla con solo una mano y se acercó hasta que nuestros labios se tocaron. Nos perdimos en un suave y dulce movimiento rítmico y coordinado, como si nuestras bocas se conocieran desde hace años, se adaptaban con demasiada facilidad y confianza. Todo era acompañado con leves caricias.

De pronto nos besamos con mayor furor, nuestras lenguas se rozaban. Fui empujándolo poco a poco, hacia la pared. Nuestros labios no se separaban excepto para coger un poco de aire y nuestras caricias iban en aumento.

Llegó un momento en que arrinconé a Piti contra la pared y mis manos sintieron la tentación de arrancarle la ropa. Dejé de besarlo y empecé a quitarle la chaqueta. Lo miré a los ojos, le sonreí y levanté su camiseta.

Continué besando su cuello. Pequeños besos, mordiscos, hasta que no soportó que yo fuera la única que lo sedujera. Me dio la vuelta inesperadamente hasta ser yo quien quedará atrapada entre la pared y su cuerpo.

Me dio un profundo beso e inició su tortura en el lóbulo de mi oreja. Solté un leve gemido de placer. Bajó sus manos por mi espalda hasta que se detuvo en mi trasero, apretándome contra él.

—Vilma…—me llamó—Si no me paras en este momento…Ya no podré parar.

— ¿Quién ha dicho que quiero que pares?

Piti sonrió y volvió a besarme. Me quitó rápidamente la chaqueta y la camiseta, dejando ver mi sujetador. Cualquier sensación de frio en ese momento desapareció. Yo traté de seguirle el paso, no iba a quedarme desnuda antes que él. Con más torpeza de la necesaria, desabroché su pantalón pero no logré bajarlo por completo…

Ambos terminamos en ropa interior, pero parecía que seguíamos cubiertos por prendas de gran grosor. Quizás por el calor de nuestros cuerpos, o tal vez por aquella necesidad que quitar lo que estorbaba. Seguíamos besándonos, gastando energías y recibiendo al mismo tiempo.

Tenía que admitirlo, me despertaba mis más oscuros instintos. Estábamos tan juntos, que nos era tan fácil besarnos sin interrupciones, sin dejar a un lado el placer. Piti, de pronto alejó sus labios de mi cuello para acercarlos a mi oído.

—Te quiero. —me susurró, haciendo que pudiera enamorarme más de él, si eso podía ser posible.

Como dijo el filosofo Johann Wolfgang von Goethe, "El amor es el único juego que pierdes, simplemente por rehusarte a jugarlo." Y yo no estaba dispuesta a perder.

lunes, 11 de julio de 2011

Razones Picapiedras

RAZONES PICAPIEDRAS

Somos picapiedras porque Piti es capaz de hacerse cargo de un hijo que no es suyo, porque la quiere, porque se ha enamorado de Vilma.

Somos picapiedras porque detrás de ese casanova que es Piti sabemos que hay un gran corazón.

Somos picapiedras porque gracias a Piti, Vilma vuelve a creer en los hombres.

Somos picapiedras porque Piti es el corcho que Vilma necesita.

Somos picapiedras porque Piti, Vilma y el kiwi ponen.

Somos picapiedras porque Piti y Vilma están hechos a medida, como una pieza de puzle, destinados a estar juntos.

Somos picapiedras porque el amor mueve montañas, y ellos las están empezando a mover!

Somos picapiedras porque nos encanta la amistad entre Vilma y Palomares.

Somos picapiedras porque Vilma hace que Piti muestre su corazón.

Somos picapiedras porque no creemos en las casualidades, y el nombre no es una casualidad

Somos picapiedras porque desde el primer capítulo sabemos que terminaran juntos.

miércoles, 6 de julio de 2011

Equilibrio

Escrito por Elena


Equilibrio es el "estado de un cuerpo, cuando fuerzas encontradas que obran en él se compensan destruyéndose mutuamente".
Y mi caso, no es una excepción. Dos fuerzas muy distintas obran en mí, se que se destruirán mutuamente si chocan. Pero a su vez, me destruyen a mí. Cada palabra, cada acción, cada situación. Todas ellas me deterioran lentamente, obligándome a tomar decisiones entre la razón y el corazón.
Equilibrio. Para mí es algo más allá de todo esto. Es una delgada línea de polos opuestos, conmigo en el centro, Piti a mi izquierda y Palomares a mi derecha. Un lado grita futuro. El otro: libertad y… ¿amor? Algo es seguro: Ambos prometen felicidad.

¿Debo elegir entre uno de ellos dos? Para mi resulta imposible. Mi vida pasa frente a mis ojos, recordando cada uno de los buenos y malos momentos que he vivido. He cambiado tanto desde que me subí a este barco… Sé que ambos me quieren y yo a ellos, pero, ¿realmente de quien estoy enamorada?

Como tantas veces, allí estaba, sentada en aquel sofá con un libro en mis manos. Y como tantas veces mi atención no estaba en el libro. El libro me ayudaba a pensar con tranquilidad, todos pensaban que estaba leyendo y nadie me interrumpía. Era la única forma de estar sola, aun estando rodeada de gente, allí con un libro de náutica que el azar había llevado a mis manos llamado “Entre dos banderas”, y paradójicamente yo me encontraba entre dos hombres. Intentaba olvidarlos, pero sabía que siempre estarían allí, que serian parte de mí.

De repente me encontraba leyendo aquel libro que sobre la Segunda Guerra Mundial no tenía nada que ver con mi vida, aunque para mí todo era una batalla contra la que luchar. Cerré el libro, y lo dejé en la estantería, pronto ya pude ver acercarse a mí a Estela.

-He visto que estabas leyendo y no quería molestarte. ¿Vamos a cenar?

-Claro, estoy hambrienta.

-Eso no es raro en este barco…

Bajamos al comedor y con una sonrisa Salomé nos atendió, y a su vez me preguntó cómo me encontraba. Así que Estela se adelantó a sentarse.

-Gracias Salomé por preocuparte. – Sonreí.

-Cariño, sabes que quiero a cada tripulante de este barco como a un hijo, así que lo que tú tienes aquí dentro – Dijo tocándome la barriga. – es como un nieto.

Con las palabras de Salomé que siempre sabia sacarme una sonrisa me di la vuelta y me acerqué a la mesa. Pronto llegó Palomares que se sentó a mi lado.

-Palomares, ¿Dónde estabas? – Preguntó curiosa Estela.

-Con un chica que quería confesarse.

-¿Con una chica y a solas? – Dijo Piti.

-Como quieres que la confesara si no.

- Padre, me preocupo por usted, no vaya a ser que esta noche tenga pensamientos impuros…

-Piti. – Suspiró Estela.

-¿Y sigues siendo cura? Pensé que dejarías de serlo, has besado a una feligresa…

- Piti compórtate. – Le dije.

-Pero claro, no vas a decepcionar a todo el mundo, es mejor que la gente crea que eres un ejemplo a seguir, que no has roto un plato en tu vida…

-Ya basta. – Contestó Palomares. – Si, besé a Vilma y soy cura, pero no soy un Don Juan que va detrás de cualquier falda.

-¿Por qué nadie cree que pueda enamorarme? – Gritó Piti levantándose. – ¡Si, mirarme, soy el tonto del chicle pero quiero a Vilma! Y voy a ser el padre del hijo que espera, ¿lo entiende Padre?

-Piti, ese derecho dejó de ser tuyo en cuanto perdiste la apuesta.

-Oh vamos, el curita se juega el sacerdocio y no pasa nada. Pero yo pierdo una estúpida apuesta y todo el mundo me lo recuerda.

-Ya está bien, creo que está en mi mano elegir el padre de mi hijo y está claro que ninguno os lo estáis ganando. – Me levanté y salí del comedor.

-¡Vilma! ¡Espera!

-¿Que quieres Piti?

- Entonces… -No quería oír nada, nada de nada.


- Piti, estoy cansada. Me duelen los pies y quiero irme a dormir.


- ¿Estas enfadada?


- ¿Enfadada? ¿Me preguntas si estoy enfadada? ¡Piti! ¡Has estado tomándola con Palomares, haciéndome sentir incomoda y malhumorada! ¡Después de que te pedí que te comportaras! ¿Enfadada? No… no estoy enfadada. Estoy decepcionada. Y triste. Y… ¿Sabes qué? Me voy. Y mañana ni se te ocurra buscarme. Cuando se me pase toda la ira que tengo te buscó yo y hablamos.

Salí hacia mi camarote con la intención de irme a la cama y olvidar lo ocurrido en la cena. Me acosté y un recuerdo vino a mi mente.

Mis ojos captaron una pequeña cajita alargada de color azul cielo y rosa. En ella se podía leer: "Más del 90% de exactitud". La cogí con mis manos al mismo tiempo que un escalofrío recorría mi cuerpo. Un test de embarazo. Lo guardé en el bolsillo de mi chaqueta y fui al baño. Allí, sola, nadie sabía lo que hacía e hice lo que indicaba la caja al pie de la letra, esperando los minutos necesarios. Los minutos habían pasado, era hora de ver. Con una mirada de desesperación, la observé, esperando un signo negativo en ella. Pero un minúsculo signo positivo cantaba gloria sobre mi desgracia.

Errores. He cometido errores. Muchos. No pasa un día en que no los recuerde. Tal vez no todos ellos, pero siempre hay alguno a la vuelta de la esquina, esperando a ser redescubierto. Sin ellos, no estaría aquí, en el Estrella Polar. Errores… ¿Realmente puede uno quejarse de ellos? Siempre han estado en nuestras vidas y siempre lo estarán ¿sabemos cuándo vendrán? No, jamás lo sabremos. Y a pesar de ello, vivimos. Yo podría haber evitado esto. Lastima… ya no hay vuelta atrás. Es un error de todo humano: no aprender a vivir con sus errores…

Recuerdo perfectamente como mi corazón latía a mil por hora y respiraba agitadamente, mi cabeza daba vueltas. Igual que en estos momentos, me sentía de la misma forma. Quería llorar, más que nada. Y eso hice. Al principio, solo eran lágrimas silenciosas… Pero finalmente no podía respirar a causa de los gemidos…
Me levanté firme intentando dejar los gemidos de lado. Era una mujer fuerte, he superado miles de cosas… esto sería otra de ellas. Vilma Llorente hacia posible lo imposible. Me calmé y por fin terminé por dormirme.

Cuando desperté sabía perfectamente lo que tenía que hacer, hablar con él. Me levanté y rápidamente salí por la puerta. Era temprano pero no me importaba, tenía que hablar con él. Cuidadosamente toque con el puño en la puerta de su camarote y no pasó mucho tiempo cuando la puerta se abrió. Por suerte era él.

-Vilma… ¿Qué haces aquí? – Habló extrañado, seguía enfadado por lo de ayer.


- Hola… yo… necesitamos hablar… Piti.

- No es un buen momento ahora.

No había ido hasta su camarote para recibir un no como respuesta, no esperaría tanto tiempo, no hoy. Y no lo hice. Las lágrimas empezaron a salir de mis ojos, me recordaba que tenía que ser fuerte, pero mi cuerpo hacia caso omiso. Malditas hormonas…

-Tranquila. - Sorprendido por mi reacción, me abrazó.

Necesitaba ese abrazo. Me cogió de la mano y empezó a caminar hacia la bodega, un lugar donde podíamos hablar tranquilos.

- ¿Estás bien?

- Piti… -y levanté mi cabeza para mirarlo a los ojos- ¿Me prometes que a pesar de todo vas a estar a mi lado?

- ¿Qué pregunta es esa? Sabes lo que siento por ti… - Agachó la cabeza.

- Piti, quiero que seas el padre de mi hijo.


No tuve que agregar más. Ahora si ya no había más nada que decir. Tomó mi rostro entre sus dedos muy suavemente y me fijé una última vez en el poder de su mirada antes de dejarme llevar. Piti es hoy lo que me llena por completo. Todos mis últimos recuerdos, todos giran torno a él.