martes, 12 de abril de 2011

La galleta

Escrito por Elena (eferrandiz)


Y entonces me cogió por la cintura, me besó, y me dijo las dos palabras más mágicas que nunca había escuchado “te quiero”… sentí algo, como si me zarandearan, desperté y ahí estaba Estela con una sonrisa picara.

- Vilma, ¿en qué soñabas? O mejor, ¿con quién?

-Tú flipas, ¿en qué iba a estar soñando? – Nerviosa – Anda vamos a la ducha. – Me levanté y salí del camarote.

Entré en el baño, me quité la camiseta que usaba para dormir, me lié con la toalla y me metí a la ducha. Abrí el grifo y pronto me metí debajo del agua caliente, cerré los ojos y dejé que el agua corriera por mi cuerpo.

-Buenos días in the morning.

Esa voz inundó el baño, abrí los ojos, lo miré y con una sonrisa le di los buenos días. Sin mirarlo sabía perfectamente quien era, el hombre de mi sueño, el hombre al que le correspondía esa voz, voz que salía de una boca que tanto anhelaba que me besara…

Más tarde me encontraba desayunado con Palomares y Estela. Estábamos hablando animadamente cuando él llegó y se sentó mirándome de forma extraña. Yo no entendía nada. Palomares pareció percatarse de cómo me miraba.

-¿Piti estas bien? – Preguntó Palomares.

- Si, solo que me he dado cuenta de que tenias razón. – Dijo mirando al cura pero pronto volvió a posar la mirada en mí.

-¿Y en que tengo razón? - Ahora sí que no entendía nada, y parecía que Palomares tampoco.

- Nada, nada… - Piti se levantó y se fue a por el desayuno.

Los tres nos miramos extrañados y seguimos desayunando, pero yo no dejaba de pensar en él. Palomares tenía razón, pero no sabía en qué, y si me miraba a mi tendría que ver conmigo. O eso pensaba yo. De repente Estela se levantó y se acercó a Piti.

-¿A dónde va? – Comenté celosa.

-A dicho que iba a ver si Salomé le daba un vaso de zumo, ¿no la has oído decirlo? – Negué con la cabeza. – Vilma, ¿estás celosa?

- ¿Celosa, yo? No me importa que vaya a por un vaso de zumo… - Palomares me interrumpió.

- No me refiero al zumo, sino a Piti.

-¿Por Piti? Celosa no… - Metí.

- ¿Cuándo vas a darte cuenta de lo que realmente sientes por él? – Palomares me miraba intentando obtener una respuesta. Pero yo no estaba preparada para responder, no tenía la respuesta. Siempre dije que no me enamoraría de una persona como Piti, pero también sabía que mentía. Eso era lo que a mí me gustaba creer, que nunca me enamoraría de él.

Sabía que debía contestar la pregunta que me había hecho Palomares, y no a él sino a mí misma. Armándome de valor me dispuse a contestar.

-Creo que ya me he dado cuenta, Andrés. Pero tengo miedo…

- ¿Miedo de que? – Palomares preguntaba insistiendo en la respuesta.

- No lo sé. Nunca subí al barco con la intención de buscar un padre para mi hijo, pero todo ha cambiado. – Suspiré y al ver que Palomares me comprendía, continúe. - Ahora no hay tierra, vamos a estar en este barco de por vida, y mis objetivos no han cambiado pero mis sentimientos sí. Nunca pensé enamorarme, no entraba en mis planes. – Noté que Palomares me hacia una mueca, levanté la cabeza y vi a Piti acercarse con una bandeja hasta que llegó a la mesa y se sentó.

- Luego seguimos. – Me susurró Palomares.

Era la primera vez que me habría, que le contaba a alguien lo que sentía, y si paraba ahora no sabía si podría volver a hacerlo, así que continué.

-Como te decía, no entraba en mis planes que alguien cuidara de mi galleta, incluso al principio tampoco estaba segura de si quiera mi galleta o no. – Tanto Palomares y Piti me miraban un poco confusos. – Pero él me abrió los ojos y ahora si quiero mi galleta. – A Palomares le cambió la cara, ya sabía a lo que me refería, a mi hijo. – Y encima se ofrece a cuidarla, y no solo cuida la galleta sino al paquete de galletas también. ¿Cómo crees que me siento?

- Haces bien en querer la galleta, para una que nos dan en el desayuno… - Comentó Piti. Palomares y yo nos miramos y nos reímos. Estaba claro que no había entendido nada.

Después del desayuno me tocó turno con Estela, cuando terminamos de limpiar la cubierta fuimos a la cocina. A mí me gustaba mucho hablar con Salomé, era una mujer a la que no le importaba que ya no quedara tierra, pues su vida estaba en aquel barco, junto a lo que más quería. Hablada de forma muy especial de De la cuadra, se notaba que estaba enamorada y que lo estaba desde hacia tiempo. Yo la envidio por tener a alguien que la quiera tanto en el barco, aunque yo no sé lo que me depara el futuro, no sé si mi amor es correspondido. Pensando en eso recordé lo que le había dicho Piti en el desayuno a Palomares: “Solo que me he dado cuenta de que tienes razón” Estaba segura de que tenía que ver algo conmigo porque lo dijo mirándome de una forma extraña…

-Vilma, Vilma

-Emm… ¿sí? – Contesté a Salomé que me miraba.

- ¿Estás bien cariño? – Preguntó preocupada.

-Si no te preocupes. Tengo que hacer una cosa, adiós. – Dije levantándome y saliendo de la cocina.

Solo alguien debía conocer la respuesta a la pregunta que rondaba mi cabeza. Y ese era Palomares. Seguro que me lo contaba o por lo menos no me mentiría, era mi mejor amigo en aquel momento en el barco, y sabía que él no podía mentirme.

-Andrés… - Dije entrando en el camarote de los chicos.

-No está aquí. – Dijo Piti levantándose de la cama. - ¿Te ayudo en algo?

- No, solo quería preguntarle algo. – Me di la vuelta para salir pero rápidamente me giré y mire a Piti. - ¿En qué tiene razón Palomares?

-Es algo de lo que pronto te enteraras. – Dijo acercándose a mí.

-¿Y cuando me enteraré? – Me aparte un poco, no podía caer en sus redes por mucho que deseara besarlo. Ahora no podía.

-Pronto. – Afirmó - Te pone nerviosa hablar conmigo.

-¿Pero qué dices? – Dije y salí rápidamente de aquel camarote sin darle tiempo a reaccionar.

Al día siguiente estaba acostada cuando se abrió la puerta de mi camarote y apareció la cabeza de Piti.

-¿Qué haces aquí? – Susurré para no despertar a las chicas.

-Te traigo el desayuno. – Se acercó a mí con una bandeja en la que llevaba un vaso de leche, medio de zumo y dos galletas.

- Gracias, pero… ¿dos galletas? Con el racionamiento solo… - Piti me interrumpió.

- Una es la mía, pero como ayer te oí hablar de que querías una galleta…

Había olvidado lo de la galleta, al recordarlo sonreí y le di un beso en la mejilla.

-Sabía que te gustaría. – Dijo subiéndose a la cama.

-Es un bonito detalle. – Le hice un lado en la cama.

-Hoy no te pones nerviosa como ayer… - Me dijo sonriendo de forma picara. - ¿No será que te gusto?

- ¿Gustarme? Pero si soy yo la que te gusto, te gusto desde que te quite el chicle de la frente. - Dije señalándole en el pecho con un dedo.

- No, yo te gusto desde que casi me tomo un bote de pastillas por ti. – Comenzó hacerme cosquillas.

-Piti que soy yo la que te gusto, sino porque te ofreciste ser el padre de mi hijo. – Comenté divertida.

-Porque te quiero y quiero formar una familia contigo. – Ahora no estaba jugando, y yo no podía creer lo que estaba escuchando pero por su mirada sabía que era verdad, estaba enamorado al igual que yo. Se acercó más a mí. -¿Que harías si te beso ahora? ¿Te apartarías?

-Compruébalo. – Comenté picara.

Y así lo hizo, me besó y con ese beso comprendimos lo que sentíamos el uno por el otro, no había dudas. Fue un beso dulce a la vez que se hacía apasionado, por un momento se separó para ver mi reacción pero yo busqué su boca, volviendo a besarlo. Después de besarnos, se alargó en la cama y yo puse la cabeza en su pecho, pude notar como su brazo agarraba mi cintura por detrás, como una necesidad de pegarme más a su cuerpo mientras me susurraba “Te quiero”. Con mi brazo rodeé su pecho con fuerza. Ahora que lo tenía, no lo iba a perder.

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