martes, 9 de agosto de 2011

Ejerciendo de Padre – 2ª Parte

Escrito por Elena


Paula gritaba a todo pulmón, y no escuchaba ni una palabra de lo que Piti le decía. Aunque él caminara de arriba abajo por el camarote con la niña en brazos, no obtenía mejor resultado. Cuando ya estaba desesperado por no saber del estado de Vilma, alguien llamó a la puerta.

-¿Cómo esta Vilma? – Preguntó ansioso antes de que Ainhoa pudiera dar un paso.

-Julia le acaba de dar antibióticos. Probablemente tenga que quedarse en la enfermería un par de días, depende de su evolución.

En ese momento fue cuando Piti comprendió que iba a tener que arreglárselas solo con la niña. No una o dos horas, sino un par de días. Ahora toda la responsabilidad era suya. Una pequeña sensación de pánico recorrió su cuerpo.

-Dile a Vilma que no se preocupe, que Paula no podría tener un padre más adecuado.

—Bien —dijo Ainhoa al oírlo—. Me pasaré esta tarde para quedarme con la niña, y así tú podrás ir a ver a Vilma.
-Gracias. Dile a Vilma que la quiero. —Dijo.

Una vez la chica se fue, Piti se colocó a la niña apoyada en un hombro, de forma que su orejita quedó muy cerca de su boca.

—Escúchame, Paula. Dijo con un tono suave. El llanto paró un momento y Piti le dio una suave palmadita en la espalda como signo de aprobación. - Tenemos que llegar a un acuerdo. Estamos juntos en esto, tú y yo. Tememos que salir de esto con buena nota. - Un eructo estalló cerca del cuello de Piti. —Eso está bien —La animó—. No te pongas ahora a llorar otra vez, que solo servirá para que tragues más aire. Puede que después de haber estado tomando el pecho de mamá, un biberón no sea lo que más te…

Un berrido agudo le advirtió a Piti que esa información no era bien recibida. El terror lo invadió. Las palmaditas no calmaban a Paula. Mecerla tampoco servía. Pataleaba y movía los puños, tenía el rostro contraído para berrear, y su cuerpo se revolvía ante cualquier intento de calmarla.

Si no se calmaba, era imposible que llegara a tomarse un biberón. Puso una manta sobre la niña, aunque Paula hizo lo posible por destaparse, Piti no tardó en salir del camarote en dirección a cubierta. Quizás un paseo por cubierta le sentaría bien, o no. Pero no tenia opción, tenía que demostrar a Vilma que era el corcho en el que se podía apoyar. Y a Paula también.

En cubierta encontró a Estela y Palomares. Y le hacía falta su ayuda. Así que se acercó a ellos.

-Vilma está en la enfermería y estoy solo con la niña. – Les informó Piti. – Necesito vuestra ayuda.

-Claro. – Dijo Palomares. – ¿Que necesitas?

-Necesito que vayáis al camarote y llevéis los biberones a la cocina. Buscar algunos cacharros que haya en la cocina, y ponéis agua a hervir al fuego. Es la forma más rápida de esterilizar los biberones.

—Muy bien.

Pedir ayuda a sus amigos para aquella ocasión no era evadir su responsabilidad, pensó Piti. Él seguía siendo quien estaba al cargo, y además no había manera de saber cuándo se despertaría Paula. Había que ser rápido.

-¿Qué hacemos ahora? – Dijo Estela interrumpiendo sus pensamientos.

- Cinco minutos para las tetinas y diez para los biberones. – Contestó aun extrañado de que una niña tuviera un par de biberones para jugar. Los juguetes de hoy son muy reales, pensó. – Encargaros, voy a por toallas.

-¿Por qué hay dos biberones? – Volvió a preguntar Estela.

-Tenemos dos tetinas diferentes, que dejan pasar más o menos leche. Tenemos que tener las dos formulas preparadas, así podremos averiguar cual prefiere Paula sin hacerla esperar mucho.

Paula seguía durmiendo y los chicos habían empezado a preparar los distintos biberones. Pronto estuvieron los dos biberones listos. Entonces un grito de la niña fue la señal, comenzaba la acción.

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