miércoles, 6 de julio de 2011

Equilibrio

Escrito por Elena


Equilibrio es el "estado de un cuerpo, cuando fuerzas encontradas que obran en él se compensan destruyéndose mutuamente".
Y mi caso, no es una excepción. Dos fuerzas muy distintas obran en mí, se que se destruirán mutuamente si chocan. Pero a su vez, me destruyen a mí. Cada palabra, cada acción, cada situación. Todas ellas me deterioran lentamente, obligándome a tomar decisiones entre la razón y el corazón.
Equilibrio. Para mí es algo más allá de todo esto. Es una delgada línea de polos opuestos, conmigo en el centro, Piti a mi izquierda y Palomares a mi derecha. Un lado grita futuro. El otro: libertad y… ¿amor? Algo es seguro: Ambos prometen felicidad.

¿Debo elegir entre uno de ellos dos? Para mi resulta imposible. Mi vida pasa frente a mis ojos, recordando cada uno de los buenos y malos momentos que he vivido. He cambiado tanto desde que me subí a este barco… Sé que ambos me quieren y yo a ellos, pero, ¿realmente de quien estoy enamorada?

Como tantas veces, allí estaba, sentada en aquel sofá con un libro en mis manos. Y como tantas veces mi atención no estaba en el libro. El libro me ayudaba a pensar con tranquilidad, todos pensaban que estaba leyendo y nadie me interrumpía. Era la única forma de estar sola, aun estando rodeada de gente, allí con un libro de náutica que el azar había llevado a mis manos llamado “Entre dos banderas”, y paradójicamente yo me encontraba entre dos hombres. Intentaba olvidarlos, pero sabía que siempre estarían allí, que serian parte de mí.

De repente me encontraba leyendo aquel libro que sobre la Segunda Guerra Mundial no tenía nada que ver con mi vida, aunque para mí todo era una batalla contra la que luchar. Cerré el libro, y lo dejé en la estantería, pronto ya pude ver acercarse a mí a Estela.

-He visto que estabas leyendo y no quería molestarte. ¿Vamos a cenar?

-Claro, estoy hambrienta.

-Eso no es raro en este barco…

Bajamos al comedor y con una sonrisa Salomé nos atendió, y a su vez me preguntó cómo me encontraba. Así que Estela se adelantó a sentarse.

-Gracias Salomé por preocuparte. – Sonreí.

-Cariño, sabes que quiero a cada tripulante de este barco como a un hijo, así que lo que tú tienes aquí dentro – Dijo tocándome la barriga. – es como un nieto.

Con las palabras de Salomé que siempre sabia sacarme una sonrisa me di la vuelta y me acerqué a la mesa. Pronto llegó Palomares que se sentó a mi lado.

-Palomares, ¿Dónde estabas? – Preguntó curiosa Estela.

-Con un chica que quería confesarse.

-¿Con una chica y a solas? – Dijo Piti.

-Como quieres que la confesara si no.

- Padre, me preocupo por usted, no vaya a ser que esta noche tenga pensamientos impuros…

-Piti. – Suspiró Estela.

-¿Y sigues siendo cura? Pensé que dejarías de serlo, has besado a una feligresa…

- Piti compórtate. – Le dije.

-Pero claro, no vas a decepcionar a todo el mundo, es mejor que la gente crea que eres un ejemplo a seguir, que no has roto un plato en tu vida…

-Ya basta. – Contestó Palomares. – Si, besé a Vilma y soy cura, pero no soy un Don Juan que va detrás de cualquier falda.

-¿Por qué nadie cree que pueda enamorarme? – Gritó Piti levantándose. – ¡Si, mirarme, soy el tonto del chicle pero quiero a Vilma! Y voy a ser el padre del hijo que espera, ¿lo entiende Padre?

-Piti, ese derecho dejó de ser tuyo en cuanto perdiste la apuesta.

-Oh vamos, el curita se juega el sacerdocio y no pasa nada. Pero yo pierdo una estúpida apuesta y todo el mundo me lo recuerda.

-Ya está bien, creo que está en mi mano elegir el padre de mi hijo y está claro que ninguno os lo estáis ganando. – Me levanté y salí del comedor.

-¡Vilma! ¡Espera!

-¿Que quieres Piti?

- Entonces… -No quería oír nada, nada de nada.


- Piti, estoy cansada. Me duelen los pies y quiero irme a dormir.


- ¿Estas enfadada?


- ¿Enfadada? ¿Me preguntas si estoy enfadada? ¡Piti! ¡Has estado tomándola con Palomares, haciéndome sentir incomoda y malhumorada! ¡Después de que te pedí que te comportaras! ¿Enfadada? No… no estoy enfadada. Estoy decepcionada. Y triste. Y… ¿Sabes qué? Me voy. Y mañana ni se te ocurra buscarme. Cuando se me pase toda la ira que tengo te buscó yo y hablamos.

Salí hacia mi camarote con la intención de irme a la cama y olvidar lo ocurrido en la cena. Me acosté y un recuerdo vino a mi mente.

Mis ojos captaron una pequeña cajita alargada de color azul cielo y rosa. En ella se podía leer: "Más del 90% de exactitud". La cogí con mis manos al mismo tiempo que un escalofrío recorría mi cuerpo. Un test de embarazo. Lo guardé en el bolsillo de mi chaqueta y fui al baño. Allí, sola, nadie sabía lo que hacía e hice lo que indicaba la caja al pie de la letra, esperando los minutos necesarios. Los minutos habían pasado, era hora de ver. Con una mirada de desesperación, la observé, esperando un signo negativo en ella. Pero un minúsculo signo positivo cantaba gloria sobre mi desgracia.

Errores. He cometido errores. Muchos. No pasa un día en que no los recuerde. Tal vez no todos ellos, pero siempre hay alguno a la vuelta de la esquina, esperando a ser redescubierto. Sin ellos, no estaría aquí, en el Estrella Polar. Errores… ¿Realmente puede uno quejarse de ellos? Siempre han estado en nuestras vidas y siempre lo estarán ¿sabemos cuándo vendrán? No, jamás lo sabremos. Y a pesar de ello, vivimos. Yo podría haber evitado esto. Lastima… ya no hay vuelta atrás. Es un error de todo humano: no aprender a vivir con sus errores…

Recuerdo perfectamente como mi corazón latía a mil por hora y respiraba agitadamente, mi cabeza daba vueltas. Igual que en estos momentos, me sentía de la misma forma. Quería llorar, más que nada. Y eso hice. Al principio, solo eran lágrimas silenciosas… Pero finalmente no podía respirar a causa de los gemidos…
Me levanté firme intentando dejar los gemidos de lado. Era una mujer fuerte, he superado miles de cosas… esto sería otra de ellas. Vilma Llorente hacia posible lo imposible. Me calmé y por fin terminé por dormirme.

Cuando desperté sabía perfectamente lo que tenía que hacer, hablar con él. Me levanté y rápidamente salí por la puerta. Era temprano pero no me importaba, tenía que hablar con él. Cuidadosamente toque con el puño en la puerta de su camarote y no pasó mucho tiempo cuando la puerta se abrió. Por suerte era él.

-Vilma… ¿Qué haces aquí? – Habló extrañado, seguía enfadado por lo de ayer.


- Hola… yo… necesitamos hablar… Piti.

- No es un buen momento ahora.

No había ido hasta su camarote para recibir un no como respuesta, no esperaría tanto tiempo, no hoy. Y no lo hice. Las lágrimas empezaron a salir de mis ojos, me recordaba que tenía que ser fuerte, pero mi cuerpo hacia caso omiso. Malditas hormonas…

-Tranquila. - Sorprendido por mi reacción, me abrazó.

Necesitaba ese abrazo. Me cogió de la mano y empezó a caminar hacia la bodega, un lugar donde podíamos hablar tranquilos.

- ¿Estás bien?

- Piti… -y levanté mi cabeza para mirarlo a los ojos- ¿Me prometes que a pesar de todo vas a estar a mi lado?

- ¿Qué pregunta es esa? Sabes lo que siento por ti… - Agachó la cabeza.

- Piti, quiero que seas el padre de mi hijo.


No tuve que agregar más. Ahora si ya no había más nada que decir. Tomó mi rostro entre sus dedos muy suavemente y me fijé una última vez en el poder de su mirada antes de dejarme llevar. Piti es hoy lo que me llena por completo. Todos mis últimos recuerdos, todos giran torno a él.



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